SUBRAYADO

Cuando uno subraya un libro se subraya a sí mismo. La frase es de Julio Cortázar, aunque también él reconocía, allá por 1976, que había leído la misma en algún lugar indeterminado, no recordaba a quién, no recordaba dónde. Cortázar, cuentan, era un gran subrayador; consideraba esta práctica como una deformación profesional y se reconocía miembro de esa especie siniestra que siempre lee los libros con un lápiz en la mano, subrayando y marcando. A veces subrayaba las frases que le incluían en un plano personal; otras, en cambio, aquellas que significaban un descubrimiento, una sorpresa, una revelación e, incluso, una discordancia. En sus manos quedaban libros subrayados por una mano firme generadora de una línea infinita; libros subrayados con paciencia en la resolución inaplazable de un jeroglífico o de un enigma.
¿Libros marcados? Eric Lönnrot, por ejemplo, uno de los protagonistas de La muerte y la brújula de Jorge Luis Borges, encuentra subrayado un pasaje de la disertación trigésima tercera del Philologus: Dies Judaeorum incipit a solis occasu usque ad solis occasum diei sequentis. Es decir: El día hebreo empieza al anochecer y dura hasta el siguiente anochecer. En la investigación de un crimen un párrafo así, subrayado, puede ser de mucha ayuda, pero no todo el mundo agradece encontrarse de frente con el trabajo ya hecho. Un libro subrayado, en nuevas manos, es una invasión en toda regla, una autentica perturbación de la propia lectura. Y el lector en cuestión, privado de su intimidad, puede considerarse injustamente violentado.
Las técnicas de estudio, sin embargo, aconsejan abordar los libros a examen portando lápiz y regla. Con tiempo libre, deberemos proceder a una primera lectura del texto de difícil comprensión, aplicando más tarde, en una segunda lectura, la técnica del subrayado. En caso de urgencia, lo más recomendable será trabajar sobre el párrafo como unidad de sentido, es decir, localizando el mensaje central relevante para nuestra investigación y procediendo sobre él con nuestras marcas y líneas.
En mi caso, son pocas las ocasiones en que decido poner en práctica el juego de trazos y señales (incisiones) que marcan un libro como se marcarían las fronteras de un territorio. Curiosamente, los dos o tres ejemplares que han sufrido las cicatrices del subrayado dejaron, en mi biblioteca, un vacío justificado. Ahora, sorprendentemente, comparten espacio con calmantes, excitantes, hipnóticos y ansiolíticos en un lugar destacado de mi voluminosa botica. Cada línea, sobre un párrafo machacado, ha pasado a cumplir una decidida labor terapéutica, siendo numerosas las ocasiones en que vuelvo para encontrarme con palabras ya visitadas con anterioridad.
Anoche, sin ir más lejos, acudí a uno de los ejemplares del botiquín. En La fuerza mayor (Notas sobre Nietzsche y Cioran), Clément Rosset me ofrece unas pastillas exactas para mi lucha contra la melancolía. Escribe Rosset:
"la alegría es la condición necesaria, si no de la vida en general, al menos de una vida llevada de forma consciente y con conocimiento de causa, pues consiste en una locura que paradójicamente permite y es la única que lo permite- evitar el resto de las locuras, mantenerse a salvo de la neurosis y de la mentira permanente".
La alegría. El propio Rosset cuenta que todo lo fundamental para el desarrollo de su obra le fue mostrado en el transcurso de una fiesta, en Mallorca, donde asistió al cumplimiento de un baile que le reveló lo importante de la alegría, la brusca irrupción de la sexualidad, la fiesta y la risa. En Astérix en Hispania cuenta también Rosset- un cantaor hispano rasga el silencio con una conocida letanía: "Ay, ¡qué desgracia haber nacido!". Pero sólo así, considera Rosset, desde el conocimiento íntimo y constante de la muerte, desde el reconocimiento del carácter irrisorio de la vida, es posible comprender la lección para aprender a vivir.
Las líneas subrayadas cumplen afortunadamente con su labor terapéutica. La línea gruesa de la vida subraya con acierto el párrafo adecuado; así, sin efectos secundarios. Desde la enfermedad se observa con asombro la irrupción del vigor y de la fortaleza. Ya sólo queda devolver el ejemplar al botiquín de primeros auxilios y regresar sin demora a la vida, es decir, a la alegría.
5 comentarios
Cristina -
Magda -
Cuando compro un libro en las librerías de viejo y tienen anotaciones, me pregunto ¿cómo habrá sido su anterior dueño?, y muchas veces me he hallado coincidiendo en dichas anotaciones, es una sensación especial.
Estoy muy de acuerdo contigo: "Las líneas subrayadas cumplen afortunadamente con su labor terapéutica".
Un abrazo, Enrique.
sabbat -
Un saludo
Ntra. Sra. del Caos -
JoseAngel -